Después de Bagua
El presidente Ollanta Humala promulgó ayer la Ley de Consulta Previa a los pueblos indígenas y originarios en la -aún- adolorida amazonia. Lo ocurrido hace dos años en Bagua, dejó rastros de sangre- e impotencia- en nuestro país cuando, valiéndose de la consigna de un Perú que avanza hacia un aparente “desarrollo”, se cometieron injusticias le costaron la vida 34 personas.
Pero recordar no es suficiente. La Plaza de Armas de Imacita se encontraba abarrotada de pobladores, pero la presencia de Alberto Pizango, principal líder de la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep), se hizo notar. Existen preguntas sobre si la Ley de Consulta Previa beneficiará a los verdaderos comuneros y no se convierta en una jugada política que termine por abarcar a los líderes que se enquistan en el poder.
Es importante defender los derechos de las comunidades y no mutilarlos bajo una absurda fachada de progreso. No podemos levantar la vista como si mirásemos a los “perros del hortelano” que han demostrado que no pueden vivir de migajas mientras las grandes se llevan el mejor pan.
Pero firmar una Ley no es suficiente cuando los conflictos sociales conviven a diario en nuestro país. Así, es importante incentivar el diálogo en las comunidades y no verlas como simples líneas en el mapa. Quizás los congresistas –en vista de los tours que planean realizar- deberían conocer a los comuneros indígenas para conocer realidades distintas a las que observan desde sus despachos. El firmar la Ley ha sido solo un paso. Solamente el diálogo y la inclusión –sin meternos en temas de quién debe incluir a quién- permitirán que heridas como las vividas en Bagua puedan cicatrizar.